Fue como dar un salto al futuro. Todo comenzó cuando tras una charla en mi instituto decidí apuntarme a este concurso de Canary Masterclass. En un principio no creía posible llegar a ser una de esas 50 personas elegidas, pero tras el pasar de las distintas fases veía este sueño cada vez más cerca.
El día de la presentación estaba entusiasmada por conocer a quien sería mi mentor y, en cuanto vi a la enfermera Mónica Méndez transmitiendo desde un inicio esa alegría y ganas de ayudar, tuve claro que había hecho una buena elección al apuntarme en esta nueva aventura.
Así fue como acordamos que el día en el que mi corazón diese un vuelco sería el 16 de junio. Ya desde el principio sentía que ese día iba a ser especial puesto que el número con el que nos conocimos mi mentora y yo también había sido el 16.
Efectivamente, no estaba equivocada. La jornada inició cuando me puse el uniforme de enfermera y al mirarme en el espejo no podía dejar de sonreírle a mi propio reflejo. Mónica me enseñó todas las instalaciones de Hospiten Ramblas y entre tantos pasillos y puertas no comprendía la facilidad con la que se manejaba en ese entorno. Más tarde, cada uno de estos pasillos comenzaron a tener un significado distinto, puesto que detrás de cada puerta había una historia diferente, que tuve la suerte de poder conocer.
Observé de primera mano cómo hacer un buen triaje en la zona de urgencia, así como el trato a los pacientes. Aprendí que en urgencias te puedes encontrar de todo, hasta incluso un niño que se ha pinchado con adrenalina, y lo importante en estas situaciones es calmar al paciente y actuar con rapidez. En la siguiente puerta me adentré en el mundo de la UVI, en el que hay que tener aún más empatía que en el resto de áreas, tanto con los pacientes que deben estar vigilados constantemente como con los familiares que están viendo a sus seres queridos en un estado crítico.
Aunque pase por diversas zonas, mi favorita sin lugar a dudas fue neonatología. Allí pude ver con mis propios ojos el nacimiento de una nueva vida, un bebé que no tenía más que horas en este mundo.
Escuché los latidos del bebé y vi cómo realizaban la prueba de los oídos para comprobar que estaba sano, así como el primer baño y la comunicación con la madre.
Fue una experiencia que nunca olvidaré, y gracias a la cual he podido confirmar que mi futuro está en esta profesión. Cuando finalmente me quité el uniforme de enfermera y me puse mi ropa, me volví a mirar en el espejo y sonreí de nuevo, pero esta vez convencida de que no sería la última vez que me pondría este uniforme.