Quisiera poder decir que desde que tuve uso de razón quise ser médico, pero realmente había tantas opciones en aquella cabecita que no puedo asegurarlo… Lo que siempre tuve claro, es que quería trabajar en algo que pudiese ayudar a los demás. El poder de ser capaz de aliviar el dolor de una persona, es increíble, recibir una mirada de agradecimiento, o simplemente poder hacer algo por alguien, implica una satisfacción a nivel personal enorme. Todos pasamos por enfermedades y experimentamos ese proceso de agonía y sufrimiento, muchas veces nos encontramos fatal, pero pocas pensamos en aquellos que están en peores condiciones.
La oportunidad de pasar un día con alguien del ámbito profesional en el que más estuviese interesada, era lo que ofrecía Canarias Masterclass, llegó a mí de manera imprevista. A veces planeamos las cosas, otras veces, simplemente suceden, pues en mi caso, sucedió. Mi intención no era más que simplemente inscribirme y probar a ver dónde podía llegar, esperando quizá pasar de fase, pero nunca con la certeza de conseguir ganar, cada vez que recibía un email en el que me decían que había pasado de fase, realmente no me lo podía
creer. Solo cuando me vi entre los 50 ganadores, fui consciente de lo lejos que había conseguido llegar.

Una de las cosas que más destacaría de la tarde a modo de presentación del proyecto de Canarias Masterclass (programada para conocer a los mentores), sería sin duda alguna, la charla motivadora que recibimos. Una semana antes de la EBAU, sentó bien que alguien nos
dijese que si estábamos ahí era porque teníamos talento y que, si no entrábamos a la primera en lo que queríamos, la vida nos ofrecería más oportunidades, simplemente debíamos saber aprovecharlas en el momento adecuado. Pudimos conocer de primera mano estadísticas
acerca del futuro de muchos trabajos, ya que la sociedad avanza y el mercado laboral cambia, por lo tanto, somos nosotros quienes debemos adaptarnos a esos cambios.

Ese día, conocí a Raquel, que a pesar de no ser mi mentora, me explicó que muchos doctores que eran mentores no habían podido asistir por el tipo de horario laboral que tenían. El día que recibí la mentorización en el hospital, fue ella quien me guio, me enseñó todas las plantas y cómo poder moverme por ellas sin perderme, cosa que ocurrió en varias ocasiones, me desorienté con la cantidad de pasillos, pero quienes trabajaban allí eran todos muy simpáticos y dispuestos a indicarme por donde ir. Conocí a mi mentor esa mañana, el Doctor Hilario Sosa, médico pediatra, junto con su auxiliar de enfermería Rita, me hicieron pasar un día mágico.
Uno sabe que algo le apasiona cuando pasa el tiempo y se da cuenta de que no ha mirado la hora ni una vez. La pediatría es una especialidad preciosa, el momento en que se nota como la preocupación de un padre disminuye tan solo con escuchar un par de palabras dichas por el doctor, o como los niños atentos a todo lo que hay a su alrededor se dejan examinar, me permitió poder decir: quiero estar allí cueste lo que cueste. Fue un incentivo, una manera de motivarme, pensando, esto es a lo que aspiras y así será cuando llegues. Cuando queremos ser algo de mayores, tendemos a idealizar esa profesión o ese puesto, y nunca sabemos cómo es estar de verdad en esa posición, para mí ha sido un lujo poder decir que lo he experimentado y que me ha encantado

Durante la mañana, en consulta entendí como se organizaba todo, los niños pasaban por la enfermera que procedía midiendo, pesando y con ello hallando los percentiles, y les medía la tensión a partir de cierta edad, luego, estos pasaban al pediatra, quien hacia una revisión más profunda, centrándose en aspectos como la fontanela en bebés, o la columna vertebral en niños. Las causas de las consultas eran distintas, la mayoría eran revisiones, otras, eran por alguna cosa que a los padres les preocupaba y querían saber si era normal, llegué a ver desde bebés de 2 meses hasta niños de 14 años, y aprendí muchísimas cosas. Entre ellas, la importancia de la alimentación complementaria a partir de los 6 meses, el deporte y la cantidad de veces que se practica, la simetría del cuerpo, ausculté a niños, por lo que escuché cómo suena el corazón y la entrada y salida de aire cuando respiramos, aprendí a examinar las orejitas de los niños, qué debía ver en ellas y el cariño con el que debía tratarlos.

En definitiva, si ya venía con una posición clara de que quería ser pediatra en un futuro, después de ese día, confirmé que mi decisión era correcta y que esa sería mi vocación. Sin duda alguna, agradezco de todo corazón la maravillosa oportunidad de vivir algo así, y ojalá
muchos tuviesen la misma oportunidad, porque nadie se imagina la motivación que da poder saber que estudiarás algo que acabarás amando hacer.