Cuando vi mi mentor, el Dr. Javier Estigarribia,  mi primera impresión fue que era una persona muy amable y simpática, y la verdad es que sigo manteniendo esa primera impresión. De las primeras cosas que me dice es que lo más importante es cuidar las relaciones humanas; tanto con el paciente como con el personal. ¡Cuánta razón tiene! Durante la jornada me doy cuenta, efectivamente, que mantener un buen trato y relación con todos es indispensable.
Tras estudiar las dos cirugías previstas para el día de hoy, salimos a pasar planta con una enfermera, como es habitual todas las mañanas. Vemos los pacientes ingresados y me sorprende la facilidad con la que Javier se desenvuelve con ellos. Parece saber decir exactamente lo correcto para cada paciente y momento y, mientras lo hace, estudia cada situación para modificar la medicación, informa al paciente de lo que debe y no debe hacer… Vamos, un máquina.

Tras ver a los pacientes, volvemos a su despacho, donde me explica los detalles de las cirugías. Ambas consisten en la sustitución de la válvula aórtica del paciente por una artificial, hecha de tejido animal. Después, me enseña la UVI y pasamos al quirófano, donde tiene lugar la primera cirugía.
Antes de empezar, Javier me dice que lo más importante es que todos son un equipo; nadie es más o menos importante que los demás, porque todos dependen los unos de los otros para llevar a cabo la cirugía. Pronto veo que no se equivoca: seis personas (médicos, enfermeros, …) para la cirugía, todos trabajando en perfecta armonía. Saben exactamente qué hacer sin necesidad de mediar palabra alguna; verdaderamente era como un equipo que pensaba y trabajaba como si de una sola persona se tratase.

La cirugía fue impresionante. Me fascinó ver un corazón real latiendo, y cómo detuvieron poco a poco la actividad cardiopulmonar para realizar la cirugía y después volver a reactivarla.
Durante el tiempo en que el corazón y los pulmones carecían de actividad, una máquina extracorpórea realizaba su función por ellos; oxigenaba la sangre proveniente del cuerpo y la bombeaba de vuelta. Ello permitía al equipo trabajar en un área quirúrgica medianamente estática. Pocas veces me ha resultado algo tan fascinante y precioso (también me sorprendió que no me mareara, porque con la cantidad de sangre que había por ahí…). Finalmente, tras
varias horas trabajando, despiertan al paciente, le comunican la buena noticia a la familia y trasladan al recién operado a la UVI.

Más tarde, volvemos a ver a uno de los pacientes ingresados para darle el alta y éste estaba tan contento con el trato recibido que preguntó si había un libro, como el de reclamaciones, pero para escribir su agradecimiento hacia todo el personal del hospital. Esto me hizo valorar la gran suerte que tenía de pasar todo un día en un hospital tan apreciado.
Tras ello, fuimos a comer para reponer fuerzas en la cafetería del hospital. Después, fuimos a ver qué tal estaba el paciente que habían operado (mucho más recuperado que al término de la intervención) y volvimos al quirófano para realizar la segunda cirugía.
Tras otra sorprendente muestra de coordinación y trabajo en equipo, acabamos la doble jornada alrededor de las 5:30 de la tarde, bastante cansados pero satisfechos con el trabajo realizado. Por mi parte, esta experiencia me ha sido indudablemente enriquecedora, puesto que he podido vivir de primera mano el día a día de un cirujano cardiaco tan humilde y brillante como es el Dr. Javier Estigarribia.
Me gustaría darle las gracias a todo el personal de Hospiten con el que pasé el día por su gran amabilidad e interés, a Canarias Masterclass por esta oportunidad única y, sobre todo, a mi increíble mentor, que me ha mostrado en tan solo un día lo que es la pasión por la Medicina. ¡Gracias!