El proyecto de orientación pre-universitaria, Canarias Masterclass, era la única causa de mis escasas horas de sueño. Aún así, no me quejaba, pues ser uno de los 50 ganadores de la séptima edición me iba a permitir, en un solo día, crecer varios años en mente, siendo testigo de las múltiples tareas de investigación científica que la ULPGC lleva a cabo, y rejuvenecer varios años en espíritu, pues, paradójicamente, entre tanta mente brillante, me lo pasé como un niño.

Mi mentor, Jesús García, catedrático de la universidad y un hombre que se puede describir perfectamente con la palabra “entrañable”, había preparado una visita a los distintos grupos de investigación en Física con los que cuenta la universidad. Dentro del edificio nos recibió Juan Miguel Gil, catedrático del Departamento de Física y a quien ya
tenía la suerte de conocer -consecuencias de haber quedado primero en la Fase local de la Olimpiada de Física-. Juan Miguel nos habló de su especialización, la Física Atómica de Plasmas de Alta Densidad, y nos mostró las labores de investigación que, junto con sus compañeros y otras universidades internacionales, lleva a cabo para, entre otros, recrear “pedacitos de estrella” en el laboratorio y poder estudiar en un plasma de apenas un milímetro de diámetro y tan caliente como el Sol lo que le ocurre a estos cuerpos estelares situados a años luz de distancia.

Nuestra siguiente parada fue el despacho de Ricardo Florido y, con él, terminé por darme cuenta de que lo que más me gusta de la Física es lo loca que puede llegar a ser. El Doctor Florido, que también lleva a cabo una importante labor de investigación en Física de Plasmas, es especialista en Fusión Nuclear por confinamiento inercial. Nos explicó cómo se analizan los datos computacionales de los modelos físicos que su grupo de investigación había planteado y cómo los contrastaban con datos experimentales obtenidos en reactores de fusión inercial. Pero, sin duda alguna, la mejor parte llegó cuando un entusiasmado Ricardo nos contó cómo, a principios de año, los resultados experimentales habían respaldado sus hipótesis y tantos años de trabajo. En ese momento, la piel se me puso de gallina y no pude evitar imaginarme siendo investigador y experimentando la misma satisfacción que veía en la expresión del profesor.

Después de este memorable momento, le tocó el turno a la Oceanografía física que, si bien me pareció algo menos entretenida y “loca” que lo que había visto durante la mañana, no me dejó indiferente. De la mano del Doctor Ángel Rodríguez pude entender el funcionamiento de los dispositivos que se emplean para conocer las diferentes características del agua marina. De hecho, uno de estos dispositivos (solo hay tres en Europa) había llegado hace apenas unas semanas al Departamento y, aunque parezca una locura, costaba más de 100.000 euros -creo que es la primera, y espero no última vez, que he tenido un objeto tan caro entre mis manos-. Tras haberme quedado impactado con la tecnología punta con la que se estudia el océano, los diferentes doctorandos que se encontraban en el laboratorio en aquel momento me mostraron sus investigaciones en curso, entre las que, sin duda, me sorprendió la que se dedicaba al estudio de los sonidos emitidos por los cachalotes en Canarias con el objetivo de evitar la muerte de estos animales a causa de los ferrys.

Se suele decir que lo mejor se guarda para el final… y así fue. Después del inolvidable recorrido por los diferentes grupos de investigación de la universidad, le tocó el turno a mi mentor, Jesús García. Tras explicarme brevemente su labor de investigación en el Estudio de la Radiación Ambiental, nos dirigimos al laboratorio y, ahí sí, ocurrió la magia.
Entre la infinidad de prácticas experimentales que realizamos, me sorprendió una en concreto, en la que un concepto que creía tan teórico y que había estado estudiando durante todo el año en el instituto, la Ley de Lorentz, se materializó ante mis ojos: pude ver cómo, a causa de la aplicación de un campo magnético, un chorro de electrones (literalmente se veía un chorro de electrones) se curvaba describiendo una espiral de forma casi hipnótica -ciertamente un momento que se quedará grabado en mi memoria-

 

Después de esta intensísima jornada en la que había tenido el placer de conocer de cerca cómo investigan los físicos y la infinidad de ramas en las que lo hacen, no podía tener más que palabras de agradecimiento. Sinceramente, la experiencia superó con creces mis expectativas, y es que ver con tus propios ojos el duro trabajo que los investigadores llevan a cabo día a día y que, tarde o temprano, acaba teniendo su recompensa fue verdaderamente enriquecedor.