Llegué a este programa a través de una charla en mi instituto, me llamó la atención la oportunidad y me inscribí sin pensarlo demasiado y con más bien pocas esperanzas de ser seleccionada. Sin casi creerlo fui pasando de fase hasta un día estar en el Teatro Cuyás conociendo a mi mentor Pascual Calabuig, veterinario jefe del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre (CRFS) de Tafira.

Nada más llegar al Centro se me presentó al personal que me iba a acompañar en ese día y me enseñaron las instalaciones. Lo primero que me llamó la atención fue lo unido que estaba el equipo, se notaba que había confianza entre ellos y muy buen ambiente. También eran palpables sus ganas de estar allí y darlo todo por ayudar a los animales, me explicaron que al trabajar allí sientes una cierta responsabilidad sobre los animales y que estos salgan adelante y que no hay mejor sensación que la de liberar a un animal del centro y ver como completamente recuperado se pierde en la naturaleza.

La jornada empezó preparando la comida y pesando animales, ya que hay que llevar un registro del peso para ver si están sanos. Si eres escrupuloso no te recomiendo esta experiencia porque a muchas aves se les dan insectos de comer… insectos vivos. Esto no es lo peor, a las aves rapaces se les dan ratas que crían allí mismo. Sin duda da impresión verlo, pero al cabo de un par de horas allí lo normalizas o al menos tratas de no prestarle
tanta atención.

Mientras nos dirigíamos a hacerle la cura a un alcaraván apareció una pareja que había encontrado una cría de mirlo debajo de la rueda de su coche, si su perro no se llega a dar cuenta habrían arrancado el motor sin darse cuenta y creo que nos hacemos una idea de cómo acabaría la historia. Pero el caso es que lo encontraron y lo trajeron inmediatamente al centro y aunque esto no estuvo mal hecho voy a aprovechar para concienciar a quien pueda leer este artículo de algo en lo que se insiste mucho en el centro:

Si encuentras una cría de un ave en la calle lo ideal es que lo coloques en una caja de cartón y la sitúes a la vista entre árboles cercanos. Esto se debe a que la madre probablemente estará como loca buscando a su cría y le haces un favor si le ayudas a encontrarla. Las crías de aves son muy sensibles, por lo que siempre tendrán más posibilidades de sobrevivir si están con su madre. Si al día siguiente vuelves y la cría sigue ahí, entonces debes llamar al centro y pedir ayuda.

Volviendo al tema, el mirlo en cuestión no pudo ser recolocado por lo que lo pusimos en la incubadora con otro mirlo y les dimos de comer con jeringuillas. A todas estas el alcaraván seguía esperando por su cura, así que nos apresuramos a traerlo a la clínica. Este ave, el cual le da nombre a la playa de las Alcaravaneras, había sido mordida por un gato y tenía una infección bastante fea en el ala. La cura consistió en desinfectar la zona y con una cucharilla quirúrgica retirar el tejido infectado. Tras esto limpiamos la jaula de un erizo que, si alguien estaba pensando en tener uno, le ruego reconsidere la idea a no ser que esté dispuesto a limpiar diariamente el desastre que es capaz de hacer un erizo en su jaula.

A partir de ahora la cosa va a ir de tortugas y sin duda fue mi parte favorita. No sé si conocen las instalaciones de la ULPGC en Taliarte, pero esa fue nuestra siguiente parada. Allí se encuentra una tortuga boba (es la especie, no me estoy metiendo con ella) que ha perdido las dos aletas del lado derecho y no puede ser liberada en estas condiciones. La idea es hacerle una prótesis para que pueda nadar por sí misma, pero mantenerla en el Poema del Mar para poder llevarle un seguimiento. Limpiamos la tortuga y su tanque y le dimos de comer.

Volvimos al centro y pude ver lo más impresionante de toda la experiencia: una cirugía a una tortuga de 30kg que se había tragado un anzuelo de unos diez centímetros. Pascual estaba realmente preocupado, ya que cabía la posibilidad de que la operación se complicara si no podíamos llegar al anzuelo haciendo una incisión en el cuello de la tortuga. La tensión en la sala se podía cortar con un cuchillo, pero se convirtió en sonrisas cuando tras sedar a la tortuga y abrir vimos un brillo metálico perteneciente al anzuelo. Ninguno podíamos creer la suerte que habíamos tenido. Hizo falta unas tenazas de las que se usan para cortar cadenas para poder partir ese anzuelo y facilitar su extracción, pero después de pocos minutos esa tortuga estaba libre de anzuelos y el equipo muy feliz de haber podido
salvarla.

Con esto terminó mi día y creo que no pudo ser más impresionante. A parte de lo muchísimo que aprendí sobre animales salvajes y de haber confirmado que me quiero dedicar a esto, he podido conocer a personas que me han abierto la mente en otros sentidos. Llegados a este punto, solo me queda agradecer y volver a agradecer tanto a Canarias Masterclass por seleccionarme y darme esta oportunidad, como a Pascual y a su increíble equipo por acogerme y enseñarme todo lo que saben.