Pues sí, me llamo Lara Suárez, y he sido una de los 50 alumnos de 2º de Bachillerato que han tenido la oportunidad de vivir la experiencia tan enriquecedora que oferta Canarias Masterclass. Esa promesa idílica de pasar un día en el trabajo de tus sueños, con la esperanza de descubrir algo tan difícil de tener claro a nuestra edad: nuestra verdadera vocación. Porque, al fin y al cabo, ¿no es eso lo más importante que hay que tener claro, saber el destino para no perderse por el camino?

Nada más lejos de la realidad, el mío ha sido el caso contrario. Empecé bachillerato teniendo clarísimo lo que quería hacer, pero a medida que he ido descubriendo nuevas disciplinas, mi problema ha sido que me ha ido gustando todo. Desde luego, las disyuntivas no son lo mío.

Sin embargo, deberían haber visto mi cara cuando conocí a Sheila, la que sería para mí semanas más tarde mucho más que una mentora impuesta por un mero concurso, sino más bien un apoyo, un punto de vista profesional y experto que me sabría dar interesantísimos consejos y que se implicaría más de lo que nunca hubiera imaginado en ayudarme a decidir.

Pues bien, como les decía, jamás hubiese creído que iba a dedicar una jornada laboral en una consultoría, porque, aunque me de vergüenza admitirlo, mi primera reacción fue de completo pánico al pensar que iba a estar encerrada en una empresa.

Pero ay, qué bonita es la ignorancia… Si, como la Lara de hace dos días, vosotros también pensáis que una consultoría es una empresa que cobra por dar consejos a otras, no os voy a juzgar, pero sí os recomendaría que os pasaseis por HMS Intelligence a echar un vistazo. Porque a mí, desde luego, me abrieron los ojos.

Nada más empezar, una larga lista entre la que figuraban términos tan desconocidos todavía para mí como “licitaciones”, “subvenciones”; así como nombres de países como Senegal o El Salvador, empezó a plagar el ambiente y, cuando me di cuenta, había pasado apenas una hora y ya había asistido a una reunión con un miembro del Cabildo para la presentación de un proyecto de internacionalización por el que HMS Intelligence se había convertido en adjudicataria de una licitación.

Si bien mi escasa formación en la materia me dispensaba a la posición pasiva de atenta espectadora, fue increíble lo mucho que aprendí de la realidad del funcionamiento de todo lo que somos testigos luego nosotros como ciudadanos; porque los entes públicos no son instituciones todopoderosas u omnipotentes y necesitan de la ayuda de empresas como las consultorías para poder llevar adelante sus propósitos y, con ellos, los de todos nosotros.

En definitiva, el resto de la mañana aprendí que en este tipo de empresas la moneda tiene dos caras: la parte jurídica, que se esmeró en enseñarme Joanna Trujillo desde su rol de abogada; y la parte más económica, en relación a la que Dimas Hernández y Alejandro Lorenzo me pusieron al tanto de los distintos proyectos en marcha y su labor en cada uno de ellos. De hecho, me llamó mucho la atención cómo gran parte se parecía a lo que yo había estudiado ese año en la asignatura “Economía de la Empresa”.

Dicho esto, mención aparte merece Sheila Trujillo, mi mentora que, como dije antes, pasaría a ser mucho más que eso. Porque, sinceramente, ahora, en esta última recta final, cuando la universidad y la elección de carrera se vuelve ya algo tan real, casi tangible, mis dudas se han multiplicado. Y he de decir que me daba vergüenza ser tan indecisa porque, si estoy entre los 50 ganadores de Canarias Masterclass, ya lo debería de tener más que claro, ¿no?

Sin embargo, Sheila me hizo sentir muy acogida en HMS Intelligence y tuvo la paciencia de preguntarme por mis distintas opciones, escuchar mis inquietudes, y darme un punto de vista completamente diferente al que me podría haber dado alguien menos experto en la materia. Pero, además, su hospitalidad no se quedó ahí, pues instó a todo el equipo a ayudarme a tomar una decisión para la que me ofrecieron las más valiosas opiniones.

Ya acabo, pero no quería dejar de decir que esta experiencia fue completamente enriquecedora. Fue un honor poder aprender de Sheila, cuya habilidad para manejar mil y una cosas a la vez me dejó convencida de que, si bien puede que no sea la dirección de una consultoría mi profesión soñada, sí que me gustaría en un futuro lograr parecerme a ella.