Todo comenzó de manera inesperada, de la misma manera en la que ha ido ocurriendo este proceso, y como bien se suele decir: “lo que no esperas, es lo que más se agradece”.
El día que fueron a presentarnos el proyecto de Canarias Masterclass, me pareció una oportunidad para conocer de primera mano si el futuro que tenía planeado en mi mente iba a cumplir las expectativas. Ahora sé que el ansia de saber si era mi vocación, ha sido ratificada gracias a la oportunidad que he tenido.

Aquel 13 de junio a las ocho de la mañana, llegaba al Colegio Hipano Inglés cargada de ilusión y de felicidad, pero a la misma vez, nerviosa y deseosa de encontrarme tanto con mi mentora Ana, como con sus pequeñines, que juntos
hicieron de ese día, inolvidable.
Lo primero que hicimos fue ver la clase, y posteriormente, ir al patio a ver a los peques. Conocí a Raquel, la cuidadora tan encantadora de la que Ana ya me había hablado, al resto de maestras de Educación Infantil y al Jefe de Estudios del colegio, que desde el primer momento me hicieron sentir como en casa. Una vez allí, estaban todos sentados en parejas en una fila y me acerqué para ir conociéndolos un poco y ellos a mí también.

Fuimos a la clase, y llegó el momento de ponerse los babys, a partir de ahí Ana me dio total libertad para actuar como una más, y yo, dispuesta a desempeñar el papel con total confianza, las ayudé y fuimos preparando la actividad lúdica que tocaba. Pero antes, la asamblea, en la que la señorita Ana les iba mostrando sus nombres para que fueran diciendo “buenos días” al identificarlos, así como repetir los números, las figuras geométricas e incluso esculturas, que para tener solo tres años, eran totalmente capaces de hacer una infinidad de cosas. Este aprendizaje, que más tarde me explicó mi mentora, es una manera más cómoda y efectiva de aprender, se llama el método Doman, el cual espero poder utilizar en un futuro.

Después me pasé por las mesas mientras iban haciendo las fichas, hasta que tocó desayunar, y posteriormente salir al patio. Ahí me enseñaron los juguetes, y me senté a jugar con ellos. Entre plastilina y canciones hicimos otra ficha, pero esta vez de matemáticas. Más tarde, en Educación Emocional, Ana me dejó leer un cuento en la asamblea, y pese a estar nerviosa, la expectación seguía viva entre ellos.

Para finalizar, hablamos de las emociones, jugando con el “dado de las emociones” y se fueron a almorzar con Raquel. Pese a que el día estuviera llegando a su fin, aquella mañana no se me olvidaría nunca, y menos sus sonrisas.
Para mí, todo era una quimera, un sueño hecho realidad mucho antes de lo esperado y del que no solo aprendí muchísimo, sino en el que me divertí, fui más yo que nunca y en el que sin la presencia de tanto mi mentora, como de Raquel, y esas 23 ingenuidades en cuerpos distintos, no hubiera sido lo mismo. Gracias por dejarme disfrutar de esta experiencia que ha dejado huella en mí.