Desde el día que vinieron a anunciar esta gran oportunidad a mi instituto, supe que no iba a tardar un segundo en inscribirme. Desde pequeña he estado enamorada de la medicina y he dedicado horas a investigar sobre esta profesión. Cuando tenía la oportunidad de ver a mi tía, que es médico, no dudaba en preguntarle anécdotas sobre el hospital y las experiencias que se viven en ese lugar tan mágico, un sitio donde todos somos igual de vulnerables, un sitio de alegría y tristeza, un lugar de lágrimas que ha escuchado rezos de todas las religiones y súplicas en todos los idiomas. La medicina me parece una profesión noble de entrega y ayuda a los demás, por eso siempre quise ser médico, porque no hay mayor felicidad que ver a un semejante recuperar su salud.
En mi experiencia en el hospital, tuve la oportunidad de pasar un día con una gran profesional de medicina interna, una gran persona, que en todo momento se preocupó por mí y, como cada día, del bienestar de sus pacientes. Al estar dentro, me di cuenta de que no es solo un trabajo, son personas. Te encuentras con casos como el de un señor que pregunta a su médico cuando podrá volver a casa o el de una señora que se encuentra sola y habla contigo porque necesita compañía. En ese momento, fui consciente de la suerte que tiene un profesional de la salud de poder hacer feliz a una persona, aunque sea por un momento, porque hay otras muchas que te necesitan.
Mi mentora me enseñó mucho sobre la profesión a nivel técnico, cómo leer placas, detectar algunas enfermedades, hacer los análisis en el laboratorio, auscultar a los pacientes. Sin embargo, estaré eternamente agradecida, porque gracias a esta experiencia he podido reafirmar mi deseo de ser médico y utilizaré este día como gasolina para los tediosos días de estudio a lo largo de la carrera. Me siento muy afortunada de haber podido tener esta oportunidad y agradezco al hospital, a la doctora que me acompañó con su amabilidad y a los impulsores del proyecto Canarias Masterclass.
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