84 años, una insuficiencia de válvula mitral y de arteria aorta: hay que operar. Bisturí, sí; pinzas, sí; prótesis, sí; cirujanos, sí; enfermeros, sí; y yo, también. Nunca pensé que estaría presente como espectadora en una operación real antes de acabar la carrera y debo reconocer que tal privilegio ha tenido mucho impacto en mi persona y sobre todo, en la percepción que tengo, o tenía, sobre mi futuro.

Desde secundaria supe que todo aquello que tenía que ver con el cuerpo humano me apasionaba: su anatomía, su fisiología, las posibles patologías, físicas o mentales, que podían afectarle… y, como me encanta tratar con personas, Medicina ha sido la carrera de mis sueños.
No obstante, estudiar Medicina es muy distinto a ejercerla y es muy fácil dejarse llevar por el aura cinematográfica que rodea a los hospitales y mitifica y romantiza a sus trabajadores. Es por ello que siempre había tenido esa duda sobre si de verdad esa era mi vocación o si solo estaba contaminada por Hollywood, y he de decir que aquella jornada que viví de la mano del Dr. Estigarribia, a quien le estoy muy agradecida por su tiempo y dedicación, me demostró que nada en quirófano es como en las películas, es mejor.

El día comenzó a las 8:30, cuando me presenté en la recepción de Hospiten Rambla y mi mentor, tras recibirme, me condujo hacia su despacho, donde conocí a su compañero cirujano y pude preguntarles múltiples preguntas sobre el día a día de su oficio. Además, tuve la gran suerte de que una ganadora de la edición anterior de Canarias Masterclass que acaba de terminar primero de Medicina estuvo presente con nosotros y me respondió amablemente mis dudas acerca de la carrera y la dinámica de las clases (muchas gracias a ti también Laura).

Acto seguido, realizamos una ronda de visitas por algunas habitaciones de pacientes en recuperación que ya habían sido operados y presencié el cariño y el tacto con el que se les hacía el seguimiento y se les preguntaba sobre su evolución.

Luego, pasamos a una sala en la que me entregaron mi uniforme (experiencia completa) y, con mi bata, mis pantalones, mis comodísimos zuecos, mi mascarilla y mi red para el pelo, nos dirigimos a quirófano. Allí estuve presente durante el proceso de preparación del paciente y la extensa cirugía, probablemente unas de las cuatro horas más emocionantes que he vivido en un hospital.
No solo me enamoró el hecho de ver a un corazón vivo latiendo, sino también el ambiente, la tensión, la precisión del trabajo, la minuciosidad de la técnica y cómo con cooperación, ilusión y trabajo en equipo se le puede salvar la vida a otro ser humano; todo un espectáculo del que deseo ser partícipe.

Con esta experiencia que Canarias Masterclass me ha permitido vivir, he constatado que los más de 10 años que me quedan de formación valdrán la pena. Solo puedo decir, si es que me quedan palabras, GRACIAS.