No tengo ninguna prueba más que la lógica y ninguna forma de convicción más certera que la retórica. Aún sin nada, digo a ciencia cierta que nací para dedicarme a ello.

Tuve la suerte de comenzar mi mentoría asistiendo a Casa África, un consorcio público que tiene como objetivo mejorar las relaciones entre África y España realizando numerosas actividades dentro de los ámbitos cultural y educativo.

Su labor es tan noble como indispensable para lograr crear lazos entre continentes que mejoren las relaciones internacionales. Combatir el racismo es vital para ello porque si no ¿cómo explicamos la falta de una política exterior decente? ¿Culpando a la escasez de recursos para acoger inmigrantes cuyos países sufren guerras o vulneran los derechos humanos?

El resto del día transcurrió en el interior de la Cámara de Comercio, Aprendí acerca del funcionamiento de la Cámara y su historia, siendo el arbitraje lo más interesante para mí. El arbitraje es una herramienta que utilizan aquellas empresas o particulares que tienen un conflicto y deciden optar por una alternativa más rápida y resolutiva a los juzgados. Asisten a la Cámara de Comercio y se les asigna un árbitro que “lleva el caso”. Este no es un mediador como tal; es decir, no puede aportar soluciones o reflexiones personales. Su labor consiste en contribuir a que las dos partes lleguen a un acuerdo favorable que nazca de ellos. Suena idílico, ¿verdad? Pero es algo real que se hace a día de hoy. Y yo me pregunto, ¿y si esto se trasladara a otros ámbitos del mundo jurídico? Muchas veces, un juez dicta sentencia pero el problema real sigue candente porque las partes no están satisfechas. Quizá en un futuro pueda ser una propuesta a nivel político.

Podría dedicar esta valiosa oportunidad de ser escuchada para continuar verbalizando lo mucho que aprendí aquel lunes 13 de junio gracias a Canarias Masterclass, pero es oportuno centrarse en el presente para avanzar hacia el futuro. Qué miedo. Pensar que ahora debemos ser el cambio del que tanto hemos hablado. El cambio que nos ha mantenido largas noches despiertos. Que nos ha permitido debatir largo y tendido, en mi caso en una pequeña clase de una rama un tanto ignorada como lo es la de humanidades. Los problemas trascendentales, desde esta perspectiva, se ven más complicados. Pero no importa. Y no importa porque tenemos las herramientas necesarias para hacer grandes cosas. Y sobre todo no importa porque no nos produce indiferencia.